Vivía
sola, agobiada por el trabajo y por la vida en general, hacía dos años que no
tenía vacaciones así que, hablé con mis jefes y me cogí un mes de descanso.
Cogí un mapa y dando vueltas con un dedo localicé mi destino. Preparé mis maletas
y sin pensármelo dos veces puse rumbo a donde el destino había marcado.
Puse el
equipaje en el maletero de coche y sin mirar atrás puse rumbo a Cantabria. Tras
descubrir mi destino en el mapa me puse a investir y me llamó la atención La
Puebla Vieja de Laredo y allí era donde me dirigía.
Una vez
que llegué a Laredo me instalé en el primer hotel que encontré, dejé mis cosas
en la habitación y me tumbe directa en la cama, estaba muy cansada del viaje y
necesitaba descansar. Estuve durmiendo hasta el día siguiente que después de
una ducha refrescante y un buen desayuno en la cafetería del hotel comencé la
ruta turística.
Comencé
por la Iglesia de Santa María de la Asunción que según me estuvieron contando
gente de la zona es del s. XIII, vi sus dos puertas, la de San Marcial y la de
San Martín. Allí conocí a un grupo de jóvenes con los que entablé una pequeña
amistad y los que me ayudaron a conocer esta maravillosa ciudad.