EL DUELO

              Buenas tardes a todos, vamos a continuar con nuestra historia. hoy comenzaremos un capítulo nuevo. Espero que os guste.

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           CAPITULO III. EL DUELO

           Llegó la mañana del día siguiente, y ninguno de los tres había conseguido dormir nada. Tanto la madre de María como ella misma tenían los ojos hinchados de tanto llorar, intentaron desayunar algo  pero no fueron capaces. Cuando se aproximó la hora de marchar, se prepararon y pusieron rumbo al tanatorio, para recibir el cadáver del patriarca de la familia. Durante el camino los tres fueron en absoluto silencio, nadie tenía nada que decir. Cuando llegaron al tanatorio el cuerpo aun no había llegado,


        Tras unos veinte minutos de espera llegó el coche fúnebre, al ver descargar el ataúd la desesperación llegó a los corazones de nuestras dos mujeres, el pobre de Jacinto no sabía como consolarlas. El ataúd con el cuerpo entró dentro del tanatorio y junto a el nuestros tres protagonistas. Una vez dentro el director del lugar les llevó a la sala donde podrían velar el cadáver de su familiar. La sala tenía dos sofás grandes y tres sofacitos independientes, a mayores había una mesa con cuatro sillas, una cafetera de capsulas y un variado de bebidas, refrescos, zumos y aguas, para la disposición de toda la familia.


    Cuando se quedaron solos los tres se sentaron en las sillas al rededor de la mesa, aunque Jacinto se levantó a preparar unos cafés. Mientras estaban en la mesa la madre comenzó a hablar.

                               - Como te encuentras, querida hija
                               - Bueno mamá, supongo que igual que tu. Lo que no entiendo es porque no dejan abrir el ataúd, para que por lo menos le podamos ver la cara a papá
                              - Cariño, tu padre quedó muy desfigurado tras el accidente del barco, ten en cuenta que se quedó atrapado en la sala de máquinas y recibió diversos golpes mientras el hundimiento, y aun por encima, el tiempo que estuvo bajo el agua ocasiono que se su cuerpo hinchara, así que, no es tanto por el estado de su cara, sino por el olor que desprende. Además, es mejor así, recuerda a tu padre como era, no como está ahora.
                              - Como tu digas mamá.
         María se levantó y se dirigió al baño, entonces Jacinto entra en conversación.

                             - Señora, es increíble la entereza que desprende ahora mismo usted.
                             - Tengo que mantenerme lo más firme que pueda, tengo que hacerlo por María. Cuando este sola en mi cuarto ya tendré tiempo a derrumbarme. Es que se de sobra que María está destrozada y si aun por encima me ve a mi hundida, no se si sería capaz de salir de ésta. Así que Jacinto, te toca a ti ser el fuerte, cuidarla y mimarla todo lo que puedas.
                             - Lo haré, no se preocupe por María, ya la cuido yo, y usted si necesita cualquier cosa, lo que sea, no se calle y dígamelo, le echaré una mano encantado
                             - Lo se muchacho, lo se, y estate tranquilo, que lo haré.

         Pasaron las horas metidos los tres en esa sala recibiendo a todos los amigos y familiares que venían a darle el último adiós, el funeral se iba a realizar ese mismo día a las Siete de la tarde en la Iglesia donde acababan de estar hacía  muy poco Jacinto y María para arreglar lo de su boda.
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      Aquí lo dejamos por hoy, el próximo día veremos la despedida. Me despido no sin antes daros las gracias por perder un poco de vuestro valioso tiempo conmigo. Un saludo para todos. Y aquí os dejo la imagen del día.