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miércoles, 22 de julio de 2020

LA VIDA CON MIS ABUELOS

        Hola a todos, hoy os traigo un pequeño relato, espero que os guste.

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            Hoy he llegado a la casa rural de mi abuela en Galicia, nada más llegar fui a mi habitación a dejar mis cosas y después fui corriendo a visitar a todos los animales, desde el verano que viene que no los veía. Después me fui a dormir ya que me encontraba muy cansada por el viaje y además mañana empezaría mi jornada laboral con mi abuelo.

            Eran las cinco de la mañana cuando me levanté para ayudar a mi abuelo con todas los animales, ya que mi abuela se encargaba de la casa rural. Era un trabajo muy duro pero me gustaba mucho el trabajo de la granja. Primero comenzábamos con las vacas, mientras mi abuelo las limpiaba y les daba de comer yo me encargaba de ordeñarlas, era genial y que diferente sabía es leche. Al acabar le llevábamos la leche a la abuela para que preparara los desayunos de los huéspedes de la casa rural. El siguiente paso eran las gallinas, hacíamos lo mismo, mientras mi abuelo limpiaba y les daba de comer yo recogía los huevos, luego los preparábamos en docenas para llevarlos a vender al mercado, y por último, pero no menos importante, nos encargábamos del cerdo, se limpiaba y se le daba de comer, a mí el cerdo me hacía mucha gracias porque comía de todo, gracias a él y a mi abuela no se tiraba con nada en casa.

            Cuando acabábamos con la primera parte del trabajo, siempre íbamos a junto de la abuela para que nos diera el segundo desayuno, dos trabajadores como nosotros necesitábamos reponer fuerzas, y una vez terminado, el abuelo y yo nos íbamos al mercado del pueblo a vender los huevos, los excedentes de nuestra finca y a comprar lo que fuera necesario para casa.

            Al regresar a casa después del mercado, el abuelo me daba descanso hasta la hora de la comida, ¡Ummmmmmm! Que rica estaba la comida de la abuela. Luego por la tarde nos encargábamos de la finca, de regar y en caso de que tocará recoger algo a cosechar. Los días de cosecha eran mucho más entretenidos, una cosa que me encantaba era cuando se cosechaban las cebollas y después había que trenzarlas, aunque si soy honesta y sincera, todos los trabajos de la granja me gustan.

            Había días puntuales que en vez de trabajar con mi abuelo por la tarde, tenía que trabajar con mi abuela ayudándola a hacer los quesos para comer o vender en el mercado, ya que los quesos de mi abuela eran los mejores de todos los pueblos a la redonda, o para preparar algún postre para los huéspedes y nosotros, era una gran repostera.

            Esta era mi vida durante un mes entero de verano, ninguno de mis amigos entendía cómo era posible que con diecisiete años prefería la vida de campo antes que la vida en una ciudad como Madrid, a mí no me importa lo que ellos piensen, además, cuando yo celebre mi décimo octavo cumpleaños seré mayor de edad, y como ya avisé a mis padres me voy a ir a vivir con mis abuelos al pueblo y les voy a  ayudar tanto en la casa rural como en la granja. Esa es mi vida, no la gran ciudad.

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       Espero que disfrutarais con el pequeño relato, aquí os dejo la imagen de hoy, y gracias por perder un poco de vuestro valioso tiempo conmigo. 

Tercera Edad, Juventud, La Mano, Abuela

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