Una
simple gota de agua era lo que suplicaba aquella alma abrasada por el calor de
las llamas. Su hogar y su manada habían desaparecido por el fuego, su pelaje y
su piel quemada, le causaban un dolor tan intenso que no podía parar de llorar.
Aun así, luchó por su vida, arrastrándose en un camino de cenizas hasta llegar
a un pequeño pueblo a las afueras del bosque. Una dulce niña se encontró al
pequeño koala en su jardín, tirado en el suelo, completamente exhausto y
mirando hacia la fuente, estaba tan cerca pero a la vez tan lejos, la pequeña
viendo el dolor del pobre animal fue corriendo a por un cazo para darle agua,
fue a la fuente y primero le tiró un poco por encima y luego le dio de beber.
Una vez apagada su sed, el indefenso koala se acercó hacía la niña y
recostándose en sus rodillas se quedó
dormido. Ella lo cogió con mucho cuidado, lo llevó a dentro, y, junto a su
madre sanaron sus heridas. Físicamente se recuperó, pero su tristeza jamás le
abandonó.
domingo, 17 de mayo de 2020
EL KOALA
Espero que os gustara el microrrelato de hoy, por supuesto daros las gracias por perder un poco de vuestro valioso tiempo conmigo.
Aquí os dejo la imagen de hoy.
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