RELATOS CORTOS

         Vamos a continuar  con nuestra serie de relatos. Espero que os gusten.
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  "Marineros, vamos al alta mar luchemos por nuestro pan". Este era el grito de guerra que siempre usaba nuestro capitán.
   
       Llegó la hora de zarpar, todos mis compañeros se despidieron de sus familias, yo por el contrario, no tengo a nadie de quien despedirme, es lo que tiene la soledad.
 
      Decididos pusimos rumbo a Islandia, mares fríos pero de buena pesca. El trayecto realmente siempre es tranquilo, el que más o el que menos se dedica a jugar a las cartas y a beber sus copas, yo por el contrario me encierro en mi camarote a hacer crucigramas, a tomar mis ginkas y a hacer cinturones con retales de cuerda. Suelo mantenerme al margen de todos, estoy acostumbrado a mi soledad y la cuida como mi mejor amiga.

         Llegamos al punto de pesca y los marineros empezaron a lanzar los aparejos y comenzamos a faenar. Mi labor es controlar el funcionamiento de todas las máquinas inclusive el motor del barco.

      Pasaron unos días y una gran tormenta nos obligó a parar con la faena, nos pusimos a capa para poder protegernos de las olas, sin más, una calma chicha repentina nos asustó a todos, eso no podía ser bueno, y así fue, de la nada vimos al fondo una gran ola que poco a poco llegó a nosotros volteado el barco y ocasionando que toda la tripulación cayera a las frías aguas de Islandia.

       Poco a poco fui viendo como todos mis compañeros fueron muriendo por el frío o ahogados por falta de fuerzas, solo quedaba yo apoyado sobre una de las maderas del barco y así me encontraba solo viendo pasar las olas y sintiendo como el sol quemaba mi cuerpo, la angustia y la desesperación me rodeaban hasta que, pasadas las horas me abracé a mi vieja amiga y junto a ella pasé el resto de las horas que me quedarán de vida.

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  Espero que os haya gustado, gracias por perder un poco de vuestro valioso tiempo conmigo.