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domingo, 10 de enero de 2021

la leyenda de la isla ballena

 

    Hola, siguiendo con la serie de leyendas gallegas hoy tenemos la La leyenda de ‘La isla ballena’ que  la incluye Leandro Carré Alvarellos en su obra titulada Las leyendas tradicionales gallegas, Editorial Espasa-Calpe, colección ‘Austral’, número 1609, Madrid, 1983, cuarta edición. 

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    San Brandán o Barandán fue, según las leyendas tradicionales europeas, un monje irlandés, obispo de Clonfer, quien descendía de aquellos aguerridos descubridores de Irlanda que partieron del vetusto puerto de Brigantia, donde el mítico Breogán construyera el primigenio faro de Brigantia. Maravilloso relato sobre la torre de Ith, el afamado hijo de aquél. El obispo había fundado diversos monasterios en Inglaterra. Un  día determinó embarcarse para Escocia, adonde anhelaba llevar sus predicaciones y propagar allí las doctrinas de la santa religión de Jesucristo.

Mientras navegaban por el tormentoso mar, la embarcación, ya sin rumbo, roto el velamen y destrozados los mástiles, se halló completamente perdida. El obispo Barandán quiso oficiar una misa e impetrar a Dios su protección, mas los bandazos contra el navío y la fortísima marejada hacían imposible que la furia de Eolo se calmase. Llegado el día de Pascua, no obstante, tuvo lugar la bonanza y el mar en calma. “¡Si encontrásemos una isla para reparar semejantes destrozos de nuestro barco!”, exclamó, apenado, el obispo. Y al instante, un marinero, desde la proa, oteó en el horizonte lo que parecía una pequeña elevación que surgía de las aguas serenas. “¡Una isla a babor!”, gritó con asombro. Una vez en tierra, vieron que aquella isla tan diminuta no tenía árboles ni matas, ni hierba ni arroyos en los que poder renovar el agua. Al oficiar la misa, tras aquellas jornadas de pavor y temblor, durante la consagración se estremeció la tierra. Un viejo compañero de fatigas y lobo de mar expresó: “Esto no es tierra, no es un isla… ¡Es una ballena dormida!”.
Entonces el obispo San Barandán rogó a Dios Todopoderoso a fin de que mantuviera a flote a aquel voluminoso animal marino y les ofreciese la gracia de arribar tranquilamente a la tierra más próxima. De modo que la gigantesca ballena, conducida por la corriente de las espumosas olas, se acercó a Finisterre, en las costas de Galicia. No faltó quien afirmase que, luego de reparadas sus averías, la nave de San Brandán o San Barandán se hizo nuevamente a la mar. Mas se ignora en donde llegó a desembarcar. O bien si –al igual que un ‘buque fantasma’– prosigue navegando todavía…
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    Lo dejamos aquí, gracias por perder un poco de vuestro valioso tiempo conmigo y os dejo con la imagen de hoy.
    

        

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