LOS PIXIES

 

        Hola a todos para continuar con la serie de seres fantásticos hoy hablaremos de los Pixies, unos seres poco conocidos.

...............................................................................................................

    Los Pixies son hijos de los duende primigenios. Son unos diminutos guardianes de la naturaleza, de carácter travieso y bromista, aunque también llenos de bondad. Son seres con una gran picardía y la utilizan para gastar bromas a los humanos. Se esconden en el Condado de Cornualles, al suroeste de Inglaterra.

    Según me contó un amigo, esta historia le ocurrió a un viejo gruñón del pueblo al que los niños temía. Era avaricioso y desconfiado, descortés y severo. Cada mañana seguía un mismo rito: se levantaba temprano y cruzaba el pueblo. No daba más de tres pasos sin quejarse, y así continuaba su camino  hasta llegar al Banco, adonde iba cada mañana para asegurarse de que nadie le había quitado su dinero.

    Los habitantes de aquel pueblo creían en los Pixies, los duendecillos pacíficos y traviesos que viven con nosotros. A  veces, nos observan cuando salimos pero no son peligrosos

       Para los Pixies no existe la propiedad, ellos creen que todos somos parte de la naturaleza y que debemos repartirla, por lo que no ven maldad en robar frutas o animales, cosa que hacen frecuentemente.

    Por ello, una mañana, los pixies decidieron vengarse del anciano y darle un escarmiento par hacerle ver que el egoísmo y la avaricia son malas. Lo esperaban agazapados, como quien prepara una emboscada, con sus gorritos verdes, sus orejas puntiagudas, el pelo negro y la lengua fuera, ansiosos de que llegara.

    Transportaban entre varios un saquito de monedas. No se movieron en un buen rato, hasta que lo vieron acercarse; solo entonces pasaron a la acción con sigilo y fueron dejando caer las monedas por el camino.

    El anciano no tardó en reaccionar: cuando las vio se cegó por el dinero y olvidó a dónde se dirigía. Miró hacia atrás precavido, se aseguró de que nadie lo seguía y recogió rápidamente todas las monedas antes de esconderse en su casa corriendo. Era tal la cantidad de monedas que había recogido, que los bolsillos del pantalón iban a estallarle.

    Una vez en su habitación, las fue sacando una a una, mientras iba comprobando con rabia que las monedas se convertían en piedras grises al contacto con la luz.